Juan provenía de una familia noble de España. Su padre, el Conde de la Torre, era un hombre respetado y admirado en la corte del rey. Era conocido por su sabiduría y sus habilidades en la guerra, y había ganado muchas batallas por el rey y por su país.
Desde muy joven, Juan había sido educado en las artes de la guerra y de la nobleza. Había aprendido a montar a caballo, a esgrimir la espada y a luchar con valor y honor. Pero también había recibido una educación esmerada en las artes y la literatura, y sabía hablar varios idiomas con fluidez.
A pesar de su riqueza y su estatus social, Juan siempre había sido un hombre humilde y compasivo. Había aprendido de su padre que la verdadera nobleza no se encontraba en el dinero o el poder, sino en la bondad y el respeto hacia los demás.
Cuando se enteró de la guerra en los Tercios de Flandes, Juan no dudó en unirse a la lucha. Sabía que era su deber defender a su país y a su bandera, y que su honor y su nobleza serían puestos a prueba en la batalla.
Su familia, aunque preocupada por su seguridad, estaba orgullosa de su decisión. Sabían que Juan era un hombre valiente y sabio, y que sería un gran soldado en la guerra.
Así que, con el corazón lleno de determinación y la espada en la mano, Juan se unió a los demás soldados españoles en la lucha por su país y por la nobleza que llevaba en su sangre.
Margarita Salou
La madre de Juan, la Condesa de la Torre, Margarita Salou se preocupaba profundamente por su hijo. Desde que era pequeño, había sido el orgullo y la alegría de su vida. Pero cuando Juan anunció su decisión de unirse a la guerra en los Tercios de Flandes, la condesa no pudo contener su angustia.
Ella sabía lo peligrosa que era la guerra y temía por la seguridad de su hijo. Además, como mujer de la nobleza, estaba acostumbrada a una vida de lujo y comodidades, y temía que la guerra fuera demasiado dura para su hijo.
La condesa intentó disuadir a Juan de su decisión de todas las maneras posibles. Le habló de los peligros de la guerra, de las enfermedades y heridas que podrían sufrir los soldados, y del dolor y el sufrimiento que podrían experimentar.
Pero Juan era un hombre decidido y valiente, y estaba firmemente decidido a unirse a la guerra. Sabía que era su deber defender a su país y a su familia, y estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para cumplir ese deber.
A pesar de las preocupaciones de su madre, Juan se preparó para la guerra. Aseguró que tendría el equipo y la formación necesarios para luchar con éxito, y se aseguró de que su hermana María estaría allí para ayudar a los soldados heridos y enfermos.
Aunque la condesa seguía preocupada por su hijo, estaba orgullosa de su determinación y coraje. Sabía que Juan era un hombre noble y valiente, y que estaba dispuesto a arriesgar su vida por su país y su familia.
MARIA DE LA TORRE
Juan tenía una hermana llamada María. Era una mujer hermosa, inteligente y de carácter fuerte. A diferencia de su hermano, María no estaba interesada en las artes de la guerra o la nobleza. En su lugar, había desarrollado una pasión por la medicina y la curación.
Desde muy joven, María había estudiado con los mejores médicos y sanadores de España, aprendiendo todo lo que podía sobre el cuerpo humano y las enfermedades. Era una experta en la preparación de remedios y ungüentos, y su habilidad para sanar heridas y enfermedades era conocida en toda la región.
A pesar de su deseo de ayudar a los demás, María había tenido que luchar contra la oposición de su familia y de la sociedad. En aquellos tiempos, la medicina era vista como una profesión masculina, y las mujeres que se dedicaban a ella eran despreciadas y ridiculizadas.
Pero María no se dejó desanimar. Continuó estudiando y aprendiendo, y finalmente logró abrir su propia clínica en la ciudad. Allí, atendía a todo aquel que necesitara su ayuda, sin importar su género, raza o estatus social.
Cuando su hermano Juan decidió unirse a la guerra en los Tercios de Flandes, María se sintió preocupada por él. Sabía lo peligrosa que era la guerra, y temía por la seguridad de su hermano.
A pesar de todo, María apoyaba a Juan en su decisión. Sabía que él era un hombre valiente y sabio, y que lucharía con honor y nobleza en la batalla. Y aunque no podía unirse a él en la guerra, María estaba decidida a ayudar a los soldados españoles de otra manera: ofreciendo sus habilidades médicas y su curación a aquellos que regresaran heridos o enfermos de la batalla.